En teoría un robot colaborativo puede tener distintas formas en cuanto a diseño dependiendo de la función que vaya a realizar. La forma más común de un cobot es la de un brazo articulado, capaz de atornillar, lijar, coger objetos, pegar o soldar, entre otras. Dependiendo de su programación (que es extremadamente simple y no requiere habilidades robóticas avanzadas), o sus extensiones (por ejemplo sensores de fuerza y garras) puede realizar una o muchas tareas.
Sin duda, la versatilidad es una de las mayores fortalezas de los robots colaborativosya que son capaces de realizar una gran variedad de tareas que, para las personas, son demasiado agotadoras, difíciles, peligrosas o incómodas. En ocasiones pueden ser tareas que pongan en peligro al personal de nuestra empresa. Por ejemplo, en Reino Unido, entre 2015 y 2016, se estima que se han perdido alrededor de 8 millones de días laborables debido a lesiones óseas o musculares relacionadas con el trabajo.
Por estos motivos, cada vez se emplean más los cobots para realizar tareas en sectores como la construcción, la industria automotriz o incluso en sanidad (destinados a la asistencia de personas mayores, la manipulación de sustancias tóxicas u operaciones en las que se requieres una alta precisión). Además, también se utilizan cada vez más para los sectores menos esperados, como el sector del espectáculo o de las artes.